Sobre la vida y las segundas oportunidades

Paco Cetina
3 min readJun 11, 2017

Era 1990 y competía por el tercer lugar en mi salón de 4to de primaria en desempeño académico. Había empatado con una persona más, así que nos tocó desempatar. El profesor escribió un ejercicio de matemáticas en el pizarrón. Si los dos lo obteníamos correctamente entonces pondría otro y así sucesivamente hasta que alguien fallase. No recuerdo ahora con claridad quien fue mi contrincante pero recuerdo claramente que estaba muy entusiasmado, muy contento con la posibilidad de llegar a casa con un diploma: “El tercer mejor desempeño académico del ciclo escolar 1990–1991” del cuarto grado en la escuela primaria Juan B Caldera en Ciudad del Carmen, Campeche.

Mi hermano mayor quien estaba en sexto había alzado mucho la vara porque año tras año traía ese mismo diploma solo que con el título del primer lugar o mejor aprovechamiento, no solo de su grupo sino de la escuela entera. Y ahora para mi sorpresa yo estaba ante la posibilidad de llevar a casa un diploma así y sorprender a mis padres. ¿Lo había pedido? no. ¿Me había esforzado tanto para lograrlo? tampoco. Sin embargo ahí estaba y nuevamente sí, me tomó por sorpresa.

El ejercicio habría sido de algún tema de aritmética. Terminó el tiempo, los dos entregamos y yo hice mal el ejercicio. Perdí. Caminé a casa muy triste, con la mirada hacia el piso, con mi lápiz aun en mano. Antes de llegar casa, volví a hacer el ejercicio y me di cuenta que lo tenía bien, que no había fallado y que el concurso tendría que continuar así que corrí a la escuela. Por suerte aún estaba ahí mi maestro y le expliqué cómo hice mi ejercicio y porque estaba bien hecho. Fue ahí, hasta que vi con horror el pizarrón que me di cuenta que había copiado mal el ejercicio. Hice otro y no el que estaba en el pizarrón.

Ahora corrí a casa molesto. Molesto conmigo, por no haberme fijado. Molesto porque había perdido la oportunidad de llevar a casa una gran noticia. De pronto esa posibilidad se había esfumado “para siempre”. Pero la vida continuó y la primaria también hasta que tocó el turno a otro examen: al examen de conocimientos que toda la escuela presentaba, todos los grados y ahora yo estaba en quinto.

Mi hermano mayor ya estaba en secundaria, y había salido de la primaria con el honor más grande de todos: haberse vestido de blanco y estar en la escolta de la bandera. ¡Guau! Todos los niños de primaria veían a mi hermano y a los 5 escoltas más caminar por la plancha de concreto de la Juan B. Caldera paseando y rindiendo honor a la bandera que tanto nos habían inculcado amar lunes tras lunes.

Cuando los resultados de las pruebas del examen anual llegaron, estuve entre los cinco puntajes más altos de todos los grupos de quinto año. No solo de mi salón sino de toda la escuela. Estaba muy feliz, porque resulta que los estudiantes con los 6 mejores puntajes de quinto serían quienes conformaran la escolta en sexto. ¿Lo había pedido? No. ¿Me esforcé para lograrlo? esta vez sí. Simplemente di lo mejor de mí para el examen, estudié como mi padre siempre me lo había pedido, me inspiré en mi hermano y el resultado no importaba. Solo di lo mejor de mí y el resultado se lo dejé a la vida.

Antes que terminara el ciclo escolar, aun estando en quinto, me tocó vestirme de blanco, ponerme los guantes blancos, vestirme impecable y tuve el honor junto con 5 compañeros más de recibir la bandera de la escolta que se iba. Aún recuerdo el peinado que tenía, pues fue el esfuerzo de mi madre quien con orgullo me arreglaba el cabello.

Solo una vez estuve en la escolta porque el año siguiente me fui a vivir a Mérida. Pero la vida me había dado una lección importante en mi niñez: que en la vida se te presentan oportunidades y que no siempre estamos listos para aprovecharlas. Que tenemos que aprender a estar listos y generalmente eso implica esperar que la vida te de otra oportunidad para enfrentarla. Que aveces uno corre de coraje, a veces llora de decepción. Pero la vida te lo repone con honores. A veces con un honor tan grande como tu madre peinándote con amor, con un amor tan grande como el que nos enseñaron a tenerle a la bandera.

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Paco Cetina

Escribo sobre las subidas y bajadas en mis esfuerzos por ser feliz, dejar un legado y cambiar el estado de las cosas.